18 mayo, 2012

> Esto nos enamora...

Con estas palabras, Sergio, mi compañero de trabajo, concluía la tarea. Esta vez nos despidíamos de Alicia  y Antonio. Mariela fue la destinataria del nuevo milagro que se opera cuando, aun entre rencores, enojos y facturas pendientes, ayudamos a que la palabra gane la batalla.

Alicia y Antonio habían llegado muy enojados, distanciados desde hacía casi 10 años. Las huellas del litigio judicial se notaban en sus voces y en sus rostros, y apostamos a que, de todos modos, fuera posible una nueva historia. Después del primer encuentro por videollamada, pensamos que no habría forma, pero una segunda reunión comenzó a desatar lentamente la madeja. El trato distante, sin siquiera poder llamarse por sus nombres, pulseaba con la posibilidad de probar otra forma. En conjunto, en privado e intentando las distintas formas, tuvimos que tomarnos un ratito juntos, como equipo, para ver y pensar cómo seguir, y apostamos al intento de legitimar y reconocer… para legitimarse y reconocerse. Los invitamos, tímidamente, a animarse. Fuimos canales y puentes de ese intento que empezó a arrojar sus frutos cuando se animaron a probarlo. Allí estuvo la clave: alguien tenía que comenzar, y desde el cuerpo sentimos el alivio, la descarga del aire enrarecido y preso durante tanto tiempo. Y así, el primer hilo de agua empezó a correr, a destapar, a circular y a hidratar.
Cada encuentro posterior (tres más con el de hoy) fueron las estaciones necesarias, el tiempo indispensable para que los rostros cambiaran, empezaran a permitirse un comienzo de diálogo que servirá para que Mariela crezca más feliz. Ellos, los hijos, lo necesitan. No hay cura mejor que advertir el encuentro de los padres, y nunca es tarde…

Como dice mi terapeuta: aun una abuelita de 90 años puede reparar, debe reparar, lo que se haya lastimado, para que la especie humana, en sus hijos, pueda mejorar, pueda mirarse y animarse; de lo contrario, la deuda con ellos será eterna y nada de lo que hayamos hecho o hagamos alcanzará. En este proceso, cuando se produce la reparación, por cualquier mínimo acto que sea, la mediación resulta ciertamente terapéutica.

Alicia y Antonio comenzaron hoy, acordando muchos temas, pero con transformación, esa que aspira a mucho más que acordar. Acuerdos anteriores no habían servido porque debajo seguía el enojo, el orgullo, el ego que no permite siquiera pensar. Ahora empezó la transformación y eso es lo que enamora: “experiencia sanadora en el sentido humano, hay personas atrás del reclamo jurídico”, según las propias palabras de Alicia, que arrancó tan enojada. Ser testigos de esto y ser puentes para lograrlo… claro que enamora.

Un nuevo acuerdo nos posibilitó vivir esta experiencia reparadora, aun a la distancia, aun desde la pantalla. Esto que me lleva a pensar —sin la menor duda— que es la palabra, solo la palabra, por cualquier medio que se acerque o que circule, la que restablece la posibilidad de empezar de nuevo. Y eso nos enamora…

No hay comentarios:

Publicar un comentario