02 junio, 2010

> La tercera en concordia

Fernanda inició una mediación por alimentos en Setiembre de 2008. En la primera audiencia resultó obvio que necesitaba hablar de la situación. Juan José, por su parte, simplemente concurrió a la mediación. Un accidente lo había dejado con el 50% de su sueldo. Aunque tenía problemas de salud, sus esfuerzos apuntaban a que lo reincorporaran en el trabajo cumpliendo alguna tarea que le permitiera recibir nuevamente su ingreso completo. Por el momento, decía, le resultaba imposible pagar el total de su cuota alimentaria. Así, las partes acordaron en forma provisoria y complementaria, sin modificar el acuerdo inicial, abonar una suma menor por el lapso de siete meses. Por su parte, Juan José se comprometió a cuidar a sus hijos para que Fernanda pudiera conseguir un trabajo. Finalmente, acordaron fijar nueva audiencia al término de los siete meses, para realizar una evaluación de la situación y ver cómo continuaba el proceso.



Ausente sin aviso
Siete meses más tarde, Juan José no concurrió a la audiencia fijada, pero los abogados de Fernanda se contactaron para fijar una nueva audiencia y avanzar en soluciones. Juan José tampoco asistió a esta segunda audiencia; en su lugar vino un abogado apoderado que insinuó, con algunos comentarios, que la nueva pareja de su representado estaba allí.
Todos podemos imaginar el enojo de la parte requirente, Fernanda, y en especial de su abogada. Ambas querían ponerle un corte a tanta espera. “Ya no quiero verlo, no pone voluntad”, decía Fernanda. Sin embargo, había alguien allí que lo representaba.
Para resolver la situación, trabajé en audiencias privadas intentando legitimar el proceso y buscando establecer si querían o no seguir con la mediación. A pesar de las negativas iniciales de ambas partes, una por el cansancio y la otra porque no entendía qué quería la requirente cuando se le brindaba apoyo con sus hijos aportando y ayudando en todo lo posible, aceptaron seguir trabajando, aún cuando Juan José no estaba presente y tenía los mismos problemas planteados en la primera audiencia.

La convidada de piedra
Paula, la nueva pareja de Juan José, era la que sí había concurrido aquel día al Centro de Mediación. Según los comentarios de los presentes, era ella quien se encargaba de cumplir con los compromisos asumidos por Juan José. Teniendo en cuenta esto, la invité a pasar y mantuve con ella una reunión privada. Luego, consulté con Fernanda la posibilidad de sumarla al proceso de mediación, poniendo énfasis en el sentimiento amoroso que reflejaba por sus hijos. Fernanda accedió.
Así, nos reunimos todos y Fernanda pudo exponer sus necesidades. Paula, por su parte, explicó con la voz quebrada la dura situación que estaba atravesando Juan en relación con su salud y situación laboral, sin embargo, en ningún momento dejó de legitimar el pedido de Fernanda. “Es evidente que 300 pesos no te alcanzan”, decía, “¿pero qué podemos hacer? En todo lo que podemos te ayudamos con los chicos, y estamos abiertos a hacer más, pero no hay más dinero”.
La charla entre ambas dejó en claro que la incomunicación entre Fernanda y Juan José había echado por tierra la posibilidad de pensar en otros recursos posibles. Ellas, en cambio, hablaron de incorporar aportes con aguinaldos y de averiguar qué beneficios podría brindar la Obra Social. Así, se reforzó el lazo de estas “madres” que luchaban por los niños. De todos modos, Fernanda reclamó por la ausencia de Juan José: hubiera querido hablar con él, pero charlar con Paula le había traído soluciones.
Finalmente, fijamos una nueva audiencia con varios y nuevos compromisos que mejoraban la situación.
A la nueva audiencia acudió el abogado apoderado de Juan José para realizar el acuerdo donde se plasmaran los compromisos del acuerdo anterior. Paula no pudo concurrir porque había conseguido un trabajo nuevo y mejor al que no podía faltar. A pesar de esta ausencia, Fernanda comentó que todas las promesas se habían cumplido.

¿Tres son multitud?
A veces, la práctica nos enfrenta con lo que llamamos modificaciones en relación con los marcos teóricos-conceptuales. Éste fue uno de esos casos. Si bien Juan José no asistió a las últimas audiencias, y tal vez muchos se estarán preguntando por qué no lo hizo y si deberíamos habernos esforzado para que se presentara, sí se había presentado un abogado apoderado y la tan mentada en las mediaciones familiares “nueva pareja”, la  tercera en concordia, que habitualmente aparece como generadora de todos los conflictos. Pero que en este caso ella entró tímidamente en escena; de hecho, el abogado apenas se había animado a mencionar o siquiera sugerir su presencia por este básico deber-ser que tiene la mediación que indica que deben concurrir las partes personalmente, sobre todo en la mediación familiar. Al advertir que allí estaba, la sumé al proceso y la “torta o pastel” se agrandó, al decir de Ury y Fischer en Si, de acuerdo. Así, encontramos una verdadera aliada para el proceso y fue ella quien, en definitiva, sumó a la solución.

La historia se repite
Meses después, el tercero fue Mario. Silvia había llegado a la mediación pidiendo a César la cuota de alimentos para sus hijas. César admitía que el pedido era justo: había tenido una serie de problemas y Silvia ciertamente había asumido la responsabilidad de ser el único sostén económico de sus hijas.
Mario, el tercero de la historia, era el mejor e íntimo amigo de César; un tiempo después de la separación, se había convertido en la pareja de Silvia. “Quiero que todos podamos estar tranquilos, quiero empezar a pagar, quiero retomar el vínculo con mis hijas. Ellos tienen razón en todo… Realmente hice todo mal, me equivoqué mucho”, confesaba César. La situación había llegado a tal punto que se había producido un incidente violento entre ambos hombres.
Según lo que me comentaba Silvia (e incluso también César), Mario parecía ser el sostén de la familia y quien cumplía el rol de padre con las hijas de César. Mario estaba tan involucrado en la situación que estuvo presente durante toda nuestra conversación.
Como César había concurrido sin un abogado, fijamos una nueva audiencia con algunos compromisos verbales que ambos plantearon.

Una relación recompuesta
En la nueva audiencia, Mario también estuvo presente. Después de lo ocurrido en la primera reunión, se habían reunido a conversar quienes fueron amigos durante tantos años. Ese día, Mario quería comentar que todo estaba mejor, que habían podido dialogar y validaban su amistad de antaño. Parecía que el verdadero éxito de la mediación había sido recuperar la amistad entre Mario y César.
Mario también quiso aprovechar la reunión para pedirle permiso a César para llevar a su hija mayor a una curandera, porque aparentemente la niña tenía culebrilla. Asimismo, le planteó a César el problema que existía en la relación de sus hijas y su hermana, que parecía ser un elemento manipulador y de conflicto para ellas. Fue maravilloso ver cómo ambos hombres se convirtieron en un equipo para hacer frente a la difícil situación económica que tenían y para recuperar la relación de César con las nenas. “Él es el padre, nadie puede ocupar su lugar, siempre se lo hago notar a la más pequeña, que es la que más se resiste a recobrar el vinculo con su papá”, me comentó Mario.

Somos mucho más que dos
Tanto Mario como Paula llegaron a las mediaciones para romper el paradigma de “la nueva pareja” que viene a destruir. Ellos sumaban en las familias; eran terceros ajenos al proceso, pero al mismo tiempo participaban activamente en las vidas de esos niños envueltos en los problemas familiares. Ellos eran “los terceros en concordia” que sumaban afectos que los ayudan a vivir. Con estas historias aprendimos que en la mediación, y en la vida, se trata de sumar y no de restar, que las partes son quienes activan y sostienen la vida familiar y que fue válida la decisión: la nueva pareja……que pase!!!!!!

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